Hablar de fotografía no es tan difícil, no es necesario subirla a un pedestal y decirle que es un arte, aunque lo sea. Creo que más bien debe estar debajo de ese pedestal y verla como la herramienta más poderosa para contar la realidad, porque aprender a ver es lo verdaderamente complejo.
Lo que te da la vida, lo que ves, lo que vives, ese es el verdadero arte.
No sé si definirme como “fotógrafo”, la verdad no sé si lo sea. Simplemente, he estado capturando cosas que llaman mi atención desde los 15 años, no hago más que eso.
Tomar una foto es fácil, lo verdaderamente complejo es aprender a ver más allá de tu nariz.
A veces paso mucho tiempo sin tocar la cámara, como también, hay veces en que salgo con ella y no hago ni un disparo, solo me quedo ahí observando todo al mi alrededor. Imaginando planos y escenas, pero sin accionar el obturador.
Las mejores fotos son las que no se toman, leí una vez por ahí, y creo que es cierto, las mejores fotografías es preferible guardarlas en tu mente, mejor disfrutar el momento.
Cuando sales a la calle, con una cámara, te conviertes en una especie de “testigo” y la foto es tu testimonio. Somos testigos de la realidad, de la simpleza de la vida, “lo simple enamora” como diría el fotógrafo Donaldo Barros. La verdad es que lo simple te cautiva, te atrapa y una vez que te tiene es muy difícil que te deje ir.
Creo que cuando sales a la calle y te das cuenta de eso, ya no hay marcha atrás, es como si te quitaras una venda de los ojos, como si despertarás en serio. No hay ego, no hay orgullo, eres solo tú, la cámara y la vida mostrándose.