Argentina, un país que inexplicablemente pasó de tener el PIB per cápita más alto del mundo en 1895, a ser el tercer país con más inflación en el 2019. Solo por detrás de Venezuela y Zimbabue (uno de ellos es una dictadura, otro, un país que se independizó en 1980).
Actualmente, con todos los daños económicos y humanos que ha causado la pandemia, es uno de los países que peor se perfilan para el año que viene, con salida masiva de empresas, PYMES bajando las persianas y cada vez más niños en situación de pobreza.
¿Qué ha hecho mal Argentina desde ese entonces?
Se puede decir que el periodo virtuoso en términos económicos del país sudamericano se ubica entre 1880 y 1940. Sin embargo, desde ese entonces, específicamente después de la dictadura de 1930, no ha encontrado una manera sostenida de crecer: golpes de estado, crisis económicas e inestabilidad institucional; fue la película que más se repitió durante decadas.
La clave para comprender ese problema estructural es precisamente en las instituciones. Desde el primer Golpe de Estado, la legitimidad institucional del Estado argentino desalentó constantemente la inversión y el trabajo: ante la inestabilidad política, menos personas y empresas estaban dispuestas o atraídas de llevar su dinero al país para generar trabajo y riqueza; el periodo virtuoso había terminado.
Desde ese momento, gobiernos como el de Perón manipularon el Poder Judicial a su conveniencia, amenazando a jueces para poder gobernar sin restricciones. Además, de encarcelar al líder de la oposición, Ricardo Balbín, de la Unión Cívica Radical, porque “le faltó el respeto en un acto presidencial”; hasta modificó la Constitución para poder tener un segundo mandato.
Del mismo modo, la Junta Militar que tomó el poder el 24 de marzo de 1976 y durante casi una década destruyó cualquier tipo de pluralismo que pudiera quedar en el país. En medio de la crisis que ya vivía incluso antes del Golpe de Estado.
Incluso, en el periodo de mayor bonanza económica de Argentina, en el pasado reciente, con el gobierno de Menem; llegó un punto en donde las políticas aplicadas eran insostenibles y terminó con el denominado “corralito”. El gobierno congeló todas las cuentas bancarias, inicialmente durante 90 días. Meses después, nadie podía retirar dinero de sus cuentas en dólares, a menos que estuvieran de acuerdo en convertir los dólares a pesos, justo antes de una devaluación inminente. Luego, el gobierno convirtió forzosamente todas las cuentas bancarias de dólares a pesos, pero al tipo de cambio antiguo. Para ponerlo en perspectiva, si tuvieras ahorrados mil dólares en el banco, de pronto tendrías doscientos cincuenta.
Ahora, el panorama es todavía peor
Con un presidente que dice abiertamente no creer en la meritocracia, o que algunas personas de escasos recursos no tienen otra opción que delinquir. Sumado a ello, ministros que justifican la toma de tierras porque esas personas no tienen techo; un ministro de economía que dice que no está en sus planes endurecer el control cambiario (exactamente 15 días antes de hacerlo); en donde se discute un impuesto a la riqueza, ahuyentando al sector privado que es el actor fundamental para reactivar la economía.
Seguido de un presidente del Banco Central que horas después de tomar una medida, dice no saber cómo afecta al pago de plataformas como Netflix o Spotify; o en donde se coquetea con la idea de expropiar empresas; o incluso el Ministro de Trabajo, quien dice no saber por qué las empresas deciden irse del país.
La credibilidad de las instituciones políticas y económicas de Argentina son bastante bajas. Pero como explicamos, eso no es un problema de la semana pasada, ni de la última década. Mientras eso no cambie, lamentablemente un país con tantos recursos, no podrá encontrar el camino al desarrollo, de hecho, estará bastante lejos de hacerlo.