Te has imaginado alguna vez, ser el protagonista de una serie o de tu película favorita, quedarte con la chica, hacer un viaje que cambia tu vida, salvar al mundo de un ataque zombie o simplemente escribir cartas de amor que serán recordadas por décadas. Yo por años me imagine y creé en mi mente la escena perfecta. Caminaba en cámara lenta con un soundtrack que estremecía mi alma y con el atardecer en mi espalda iba por ella “De la Tierra a Marte”, se suponía que eso era lo que esperaba de la vida, una trilogía llena de aventuras con finales abiertos pero siempre felices.
Pero la vida no es una película o serie de Netflix y sabemos de sobra que no podemos vivirla en dos horas o sentarnos un día completo a devorarnos la primera temporada; porque cada paso que damos o decisión que tomamos trae consecuencias que duran más de 45 minutos. A medida que van pasando los años, siento que se abre una brecha inmensa entre mi escena ideal y la realidad que vivo.
Los guionistas de mi historia llegaron a estar tan cansados o aburridos como los diseñadores gráficos de Disney, así que decidieron dar un giro; sacudirme y sacarme de mi zona de confort, ¿recuerdan cuando Ryan Murphy embarazo a Quinn Fabray, en Glee? porque tenía una vida perfecta y no encajaba en un club de perdedores. Bueno, algo así sucedió pero menos norteamericano. Tuve que enfrentar mi salida de closet, frase que detesto pero esta vez será empleada con el fin contextualizar. Como la típica película donde Julia Roberts se da cuenta que ama a su amigo y quiere destruir su boda. Yo me enamore perdidamente de mi mejor amiga, quien estaba enamora a su vez de una persona que actualmente no recuerdo. Esto por evidentes razones, cambio mi vida, se podría decir que el día que le declare mi amor, comencé amarme realmente.
Como les dije anteriormente, cada decisión que tomamos trae consecuencias, las mías duraron años, quizás aún están vigentes. C con mi sexualidad sobre la mesa, comenzaron los dramas bélicos en mi familia, las culpas, los arrebatos. Yo de esta temporada solo rescato una frase que me da mucha gracia “todos tenemos un muerto en el cementerio y un hijo en el closet”.
Mis amigos más cercanos, resultaron no ser tan cercanos ni tan amigos, pero está bien; los seres humanos somos cambiantes y todos tenemos derecho a escoger con que personas estamos cómodos y con cuáles no. Aparte quien desea estar con individuos que te empujan a mentir sobre ti para encajar.
Como los chismes de pueblo en las series españolas el mío paso de moda, pues había un santo nuevo a quien rezarle, el cáncer llegó para quedarse, nuevamente los guionista hicieron de las suyas muy al estilo Shonda Rhimes, me arrebataron a mi personaje favorito, porque el dolor no solo mortifica también despierta, yo no era de las personas que sentía pena o compasión, poco lloraba por otros, yo era la protagonista de mi vida los demás eran extras, vivía en una isla mi isla donde era la reina, pero cuando ella estuvo enferma comenzaron a construirse puentes, ella creo los lazos que me sacaron de mi aislamiento. Su despedida fue mi saludo a la vida.
Tal cual Bridget Jones llegué a mi adultez, obsesionada con bajar de peso, dejar de fumar y conseguir a la novia ideal, si bien existe una película que puede resumir mi vida y la crisis sentimental en la que suelo estar inmersa es esta, con diferencias de ubicación geográfica y un bajo presupuesto mis guionistas también me otorgaron un Mark Darcy versión mujer, aprovechado las plataformas digitales de streaming, decidieron sumar el factor distancia, como mi versión es latina, debe tener drama al puro estilo de amor a la mexica, como dice J-balvin, siempre drama nunca indrama.
Supongo que si ya leíste hasta este punto, es porque te interesa mi vida o los referentes de películas y series que he utilizado, querido lector existen dos opciones, la primera que te enojes porque este artículo se dividirá en tres partes, la segunda que me acompañes en la travesía “De La Tierra a Marte”.