El Papa Francisco denunció las desigualdades y el “virus del individualismo” en su nueva encíclica titulada Fratelli Tutti (Hermanos todos) divulgada este domingo 4 de octubre, en la que pide el fin del “dogma neoliberal” e insta a la fraternidad con hechos y no sólo con palabras.
En su tercera encíclica, el pontífice argentino retomó los temas sociales abordados a lo largo de siete años y medio de papado y reflexiona en ella sobre un mundo azotado por las consecuencias de la pandemia de coronavirus.
En el documento, escrito en español, que mantendrá el título en italiano en todos idiomas, condenó el “pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”. Así como la especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos.
Para él es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad; es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Pedido que él hizo en varias ocasiones durante sus viajes a los países más pobres y olvidados.
Reivindicó el derecho de todo ser humano de vivir con dignidad y desarrollarse plenamente. Para él la pandemia evidenció la incapacidad de los dirigentes de actuar conjuntamente en un mundo “falsamente globalizado”.
Asimismo, la fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado. De acuerdo al pontífice vimos lo que sucedió con las personas mayores en algunos lugares del mundo a causa del coronavirus; no tenían que morir cruelmente descartados.
Diálogo para derrotar el individualismo
En el texto social, tras reiterar su oposición a la cultura de los muros, el Papa llamó a una nueva ética en las relaciones internacionales, ya que una sociedad fraternal será aquella que promueva la educación para el diálogo con el fin de derrotar al virus del individualismo radical y permitir que todos den lo mejor de sí mismos, porque el mundo de hoy es en su mayoría un mundo sordo.
También, una reforma estructural de las Naciones Unidas; recalcó la total oposición de la iglesia a la pena de muerte y de la cuestión de la deuda externa de los países que “debe ser pagada pero sin perjuicio al crecimiento y subsistencia de los países más pobres”.
Para la iglesia la pena de muerte es inadmisible y el catolicismo se comprometió con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo. En su documento, el pontífice también insta al diálogo y defiende nuevos caminos para llegar a la reconciliación entre los pueblos.
De acuerdo al pensamiento del Santo Padre, no es posible decretar una reconciliación general pretendiendo cerrar por decreto las heridas o cubrir las injusticias con un manto de olvido. Tal es el ejemplo del Holocausto, los bombardeos en Hiroshima y Nagasaki, la persecuciones, el tráfico de esclavos y las matanzas étnicas.
Finalmente en el texto, el Papa Francisco notó que muchos ateos cumplen mejor la voluntad de Dios que muchos creyentes. En una suerte de advertencia a esos numerosos políticos en todos los continentes que se sienten autorizados por su fe; para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios o incluso maltratos hacia los que son diferentes.